Neurosis y sentido de vida
por Marcelo Vazquez Avila
Cada época trae sus propias neurosis y esta es una época
de neurosis de índole espiritual. La sociedad de consumo, la violencia, las
guerras, la situación de crisis económica, el exceso de información, hacen que
el ser humano pierda el sentido de su existencia y vivencie el vacío
espiritual.
Vivir nuestra vida con un
sentido es una alternativa. Podemos escoger ver la vida con el propóstio de
encontrar un motivo a la vida, y seguirlo. Más allá de la mera diversión. En
contra de huir de los problemas, o de magnificarlos viéndonos atrapados por
ellos, se trata más bien, de encontrar un por qué me pasa esto, y para qué me
debe estar pasando. Como motor de cambio y mejora. Es como si tuviéramos
goteras en la casa. Una alternativa es lamentarnos, o echarle la culpa a la
lluvia, o repararlo sin pensar. Pero cuando se repite el problema, o bien,
tenemos crisis diferentes, una tras otra, "cuando no me pasa esto, me pasa
lo otro...", entonces podemos plantearnos que por algo será, que tenemos goteras.
Y podemos meditar sobre ello, encontrar distintas soluciones, llevar a cabo
reparaciones más profundas en nuestro Ser, y de esta manera, mejorar
notablemente. Posteriormente las crisis cobrarán un sentido de oportunidad de
mejora, y para eso nos pasan. Esta elección de ver la vida, es lo que aboga la Psicología positiva, la Logoterapia , y también
como comenta Eduard Punset, desde la neurociencia, lo que nos hace felices, es
el camino de perseguir un objetivo, de encontrarle un propósito a lo que estamos
haciendo, no de conseguirlo.
Francesc Torralba en su libro
sobre el sentido de la vida nos dice: «para dotar de sentido la vida, no hace
falta tener muchas interacciones, ni conocer muchas personas, ni disfrutar de
una gran vida social. Lo único que hace falta es profundizar en los vínculos,
ir al fondo y darse cuenta de los misterios que esconde el otro y que,
solamente, si se exploran con delicadeza, querrá mostrarlos. No es la cantidad
de relaciones lo que da sentido a la vida, sino la calidad de vínculos, la
exquisitez del trato que somos capaces de dispensar.» Para poder tener vínculos
de calidad, para poder ayudar a una persona que esté viviendo un momento
agonizante y traumático, es necesario hacerlo resurgir al mundo de los seres
vivos. Y esto no es posible si no hay un proceso de construcción de sentido.
Entonces sí que hay porqués.
Cuando hay la capacidad de
traducir en palabras, en representaciones verbales susceptibles de ser
compartidas, las imágenes y emociones experimentadas; cuando posibilitamos
otorgar sentido a todo, las volvemos a integrar a nuestra comunidad de vida,
las conferimos humanidad. Esta construcción de sentido permite recuperar el
sentimiento de pertenencia a un grupo que ampara las mismas palabras, las
mismas imágenes y las mismas explicaciones. ¿Podré algún día ser feliz a pesar
de todo lo que me ha pasado? Sí, por supuesto.
La resiliencia se edifica
sobre este otorgamiento de sentido. Dar un sentido a la vida constituye un
elemento esencial que permite a la persona que ha padecido una agresión
sobreponerse a sus dificultades.
Cuando la búsqueda de sentido
tiene un desenlace favorable, entonces, la persona herida puede avanzar en su
proceso de transformación. Al contrario, si esta búsqueda continúa
indefinidamente sin respuesta, sólo encontraremos una herida que nunca
cicatrizará: la sensación de desasosiego y el dolor persistirá por mucho
tiempo.
Hay una historia muy
clarificadora sobre la importancia de poseer un sentido que se atribuye al
escritor y poeta francés Charles Péguy: «Charles iba en peregrinación a la
catedral de Chartres. En el camino se encontró un hombre picando piedras,
malhumorado y furioso. ¿Y usted que está haciendo?, pregunta el escritor. Ya lo
ve, pico piedras. Tengo sed, me duele la columna, lo perdí todo, soy una
subespecie humana que hace este trabajo miserable. Siguió caminando y se
encontró con otro hombre picando piedras. Repite la misma pregunta y éste le
contesta: Yo me gano la vida con este trabajo, estoy relativamente satisfecho.
Se encuentra con una tercera persona contenta que ante la misma pregunta, le
contesta sonriendo y ufano: Aquí estoy, construyendo una catedral. Esa misma
piedra desprovista de sentido acaba teniendo todo el sentido del mundo si le
sabemos otorgar.»
Víktor Frankl es un claro
ejemplo de persona resiliente. Frankl decía que cada época trae sus propias
neurosis y que esta es una época de neurosis de índole espiritual, la sociedad
de consumo, la violencia, las guerra, la situación de crisis económica, la
tecnología hacen que el ser humano pierda el sentido de su existencia y
vivencie el vacío espiritual.
Víktor Frankl nació en Viena
en el marco de una familia judía. En el otoño de 1942 fue apresado por el
régimen nazi juntamente con su esposa y sus padres. Fue deportado al campo de
concentración de Theresienstdten. En 1944 fue trasladado a Auschwitz y Dachau.
Sobrevivió a ese horror al ser liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército
norteamericano. Su esposa y sus padres murieron en los campos de concentración.
Después de su liberación
vuelve a Viena y escribe su famoso libro “El hombre en búsqueda de sentido”
donde describe su vida como prisionero. En esta obra reconoce que, incluso, en
las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el ser humano
puede encontrar un sentido a su existencia. Más aún, en los campos de
concentración, quien perdía el sentido de la vida tenía pocas posibilidades de
sobrevivir. “Una persona que se proyecta hacia un sentido, que ha adoptado un
compromiso por él, que lo percibe desde una posición de responsabilidad, tendrá
una posibilidad de supervivencia incomparablemente mayor en situaciones límite
que la del resto de la gente normal”.
Si conocemos el porqué de nuestra vida, podremos soportar
todos los «cómos» a los cuales estamos sometidos. El sentido devuelve a la persona inmersa en situaciones trágicas a
abrirse a los aspectos positivos de la existencia.
Comentarios
Publicar un comentario