Trekking y Resiliencia en los Alpes

por Ismael Santos (1)

Resiliencia y Trekking

Aunque he hecho deporte desde los 5 años y he sido deportista profesional de Baloncesto durante 15, nunca había visto un ejemplo tan claro de como la fuerza mental e interior de una persona 
puede suplir cualquier obstáculo que se le ponga por delante 
y cualquier tipo de carencia física.

De todas las experiencias que he tenido acompañando grupos como Guía de montaña, ninguna me ha tocado tan profundamente como los cinco días de trekking alrededor del Mont Blanc del verano pasado con cuatro mujeres que habían tenido cáncer de intestino. Cuatro mujeres que no se conocían de nada pero con dos cosas en común: fuerza interior y determinación.

Estas cuatro mujeres colaboran con la Asociación inglesa de la lucha contra el cáncer de intestino y los motivos de su viaje a los Alpes eran por una parte recaudar fondos para la Asociación y por el otro el demostrar a otros pacientes que tienen cáncer que es posible recuperarse  y que en la vida posterior es posible ser más fuerte que antes.

La tarde anterior a la salida del trekking me reuní con ellas para conocerlas, explicarles el recorrido, revisar el material y responder a todas sus preguntas. Lo primero que pensé cuando me dijeron que no tenían ningún tipo de experiencia previa en montaña y que tampoco habían hecho ningún tipo de entrenamiento para el trekking fue que iban a ser cinco días muy duros y muy largos y tenía muchas dudas de que fueran a conseguirlo. A priori era bastante desaconsejable que afrontaran un reto de esas características: caminar durante cinco jornadas alrededor de ocho horas diarias, quince kilómetros y entre 800 y 1000 metros de desnivel positivo al día, incluyendo la etapa más dura del Tour del Mont Blanc.

Pero a medida que avanzaba la reunión fui conociendo sus historias y el por qué estaban allí, y sentí esa energía, esa fuerza interior y esa increíble determinación que venían de lo más profundo de ellas gracias a haber superado momentos tan duros como los que habían pasado y que luego les había hecho salir reforzadas.

A pesar de aquellas evidencias que a priori desaconsejaban hacer el trekking, hubo algo que hizo que mi instinto me dijera que esas mujeres conseguirían llevar a cabo su reto: una fuerza interior y determinación capaz de mover montañas. Lo había sentido cuando hablaba con ellas. Cuando salí de la reunión estaba convencido de que iban a pasar por momentos de dolor pero también de que lo iban a conseguir.

Comenzó la aventura con una gran prueba: ya que el tiempo era horrible: lluvia, viento, frío e incluso granizo llegando al paso que teníamos que hacer para cruzar de Italia a Suiza. Llegamos después de ocho horas al hotel, empapados y con ganas de una ducha caliente, pero no oí ninguna queja, sólo que “qué pena” que no habían podido ver las montañas. Esa misma noche durante la cena empecé a hablarles de la etapa más dura, y que ésta llegaría en dos días, la cual se podía evitar optando en su lugar por hacer una alternativa mucho más fácil. Le dije que iban a pasarlo mal, a sufrir y que probablemente llorarían por la mezcla de emociones que sentirían dentro de ellas. Cuando les explicaba todas estas cosas seguía viendo firmeza y determinación en sus caras, y comprendí que no habría habido modo de que optaran por hacer la ruta más fácil. Después de un segundo día de otras ocho horas de camino llegó la cena y el momento en el cual les pregunté qué decisión habían tomado respecto a la etapa siguiente. Su respuesta fue unánime: hemos venido aquí para hacerlo y no nos asusta. Haremos la ruta más dura.

El gran día llegó y como ya había previsto fue duro, largo y muy emocionante. La etapa, que normalmente se hace en seis a siete horas la hicimos en doce y llegamos al hotel casi de noche. Durante la subida una de ellas tuvo muchos problemas porque no respiraba bien, a otra le dolía la rodilla con lo cual tuve que  bajar con ella de la mano casi todo el tiempo. Sufrieron y lloraron pero se divirtieron, y en ningún momento del día oí quejas por su parte.

Aunque faltaban dos jornadas más, la etapa más dura en la que mucha gente se da la vuelta o trata de evitar estaba ya hecha y ellas se sentían más cerca de cumplir su objetivo. Cuando llegamos al final del trekking y las emociones se apoderaron de estas grandes mujeres. Muchas lágrimas y abrazos y una gran satisfacción por haber conseguido lo que se habían propuesto.

La cena de despedida fue sin lugar a dudas una de las más emocionantes de mi vida por todo lo que se dijo y por como se dijo. Me dieron las gracias y me dijeron que sin mí nunca lo habrían conseguido, pero como yo les comenté, lo único que había hecho era acompañarlas, pero que era su fuerza la que las había guiado y que era yo quien tenía que darles las gracias por todo lo que me habían enseñado.

La diferencia entre este grupo de mujeres y los grupos de personas que acompaño normalmente es que por lo general, la gente durante los trekkings se cansa, tiene dudas, muestra sus miedos y ansiedades y se vuelve muy vulnerable por su desconocimiento del entorno e incertidumbre ante lo que pueda pasar. Puede que físicamente están más o menos preparadas, pero psicológicamente necesitan ayuda cuando entran en esa zona desconocida de la incertidumbre.

Estas cuatro mujeres, sin embargo, demostraron todo lo contrario.

El hecho de haber sido capaces de superar un cáncer les había ya hecho pasar por esos momentos de incertidumbre, de miedo, de inseguridad, y les había dado una fuerza interior y una determinación que las había llevado más allá. Su fuerza estaba en otra dimensión que la puramente física o mental, era espiritual.

Fue para mí una gran lección en muchos sentidos: a nivel humano porque comprobé como cuando alguien pasa por determinadas situaciones en la vida y logra salir de ellas su energía y su manera de sentir son absolutamente profundas y totales, en la alegría y en el sufrimiento; a nivel deportivo porque fue la más clara demostración de que la mejora de resultados pasa por el desarrollo y el crecimiento de la fuerza interior o espiritual, que es lo que hará que uno rinda física y mentalmente por encima de lo previsto por los planes de entrenamiento. (2)

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